
30 May Fabulación y casualidad en la Gran Manzana
Hay muchos mundos, pero están en este. Hay muchas ciudades que se llaman Nueva York, puedes elegir la que prefieras. Porque Nueva York es un estado mental. Puedes elegir la ira de los guettos negros, la modernidad banal de Manhatan, la afectación intelectual del Soho. O puedes, como hizo Lou Reed a lo largo de toda su carrera, no optar por ninguna, vivir al tiempo la vanguardia del arte de la Factory de Warhol, la sordidez de los yonkis, los travestis y los camellos, el mero bullicio de las calles al mediodía. Lou Reed dedicó miles de líneas a su ciudad. Transformer, su primer gran éxito después del final de la Velvet Underground, es un disco que es imposible de imaginar en otro escenario que no sean las calles de la Gran Manzana. Los colgados de Walk on the wild side circulan por las mismas calles que la edulcorada pareja de Perfect Day (aunque la dama era, en el fondo, bastante más peligrosa y adictiva de lo que parecía). Los excesos y crueldades retratadas en Vicious son tan neoyorkinas como el cotilleo de New York telephone conversation.
Lou Reed fue un rockero que siempre amó los libros y que se sentía a gusto rodeado de escritores. Paul Auster compartió con Reed el oficio de escritor y el vínculo neoyorkino. Pero sus complicidades van más allá de lo evidente. Los personajes de les tres novelas entrelazada de la Trilogía de Nueva York de Auster son, ante todo, observadores. Personajes que miran y anotan lo que sucede ante sus ojos, pero que apenas juzgan. Personajes que están en busca de su identidad, o que más bien encuentran identidades prestadas en el transcurso de sus observaciones. Personajes que afrontan su tránsito en la ciudad como un misterio sin resolver, condenados a formular preguntas que siempre quedan sin respuesta. Son individuos atrapados por la enajenación contemporánea, gentes movidas a su pesar por el viento de la historia, con sus hilos vitales manejados por el malentendido y la maldita casualidad. Los personajes de Auster son siempre gentes de vida desordenada, no porque su naturaleza los empuje a ello, sino porque sus circunstancias están fuera de su control. Son personas siempre al margen del orden, del mismo modo que los que pueblan las canciones de Lou Reed. Quizás no estén tan al filo de la ley, pero la Nueva York de Auster y la de Lou Reed están muy alejadas de los chicos atléticos que corren por Central Park o bajan del metro pulcramente encorbatados
para llegar a sus bien pagados trabajos, que les permiten mantener sus bien trabajadas reputaciones sociales..
En Ciudad de cristal una llamada telefónica a un número equivocado hace que un escritor de noveles policíacas se haga pasar por un detective llamado Paul Auster y que termine conociendo al Auster que buscaba el autor de la llamada. Claro que este señor no es detective, sino un escritor de cierto éxito. Así que el personaje termina situado frente a frente con su creador. Esta es la tónica de las tres novelas, construidas a modo de puzzle y de juego de espejos: todos los personajes tienen un poco de verdad, todos remiten al Paul Auster que conocemos, pero al tiempo son personajes que han decidido mentir un poco porque en algún momento un hecho banal les ha empujado a lanzarse a fabularse a su mismos. De un modo no muy diferente, la Jackie que se cree James Dean por un día, o el Sugar Plum Fairy que busca su espacio en el Apollo, personajes que alimentan las historias de Walk on the wild side, la canción fetiche de Transformer. Este disco fue producido por David Bowie y acercó al Lou Reed más rockero a los jugueteos de la identidad sexual y los transformismos del glam rock. El elegante Bowie acercó a Lou Reed a la versión excesiva del universo de Paul Auster.
Lou Reed y Paul Auster mantuvieron una larga conversación en 1995. Ambos parecían sentirse muy cómodos en la charla, enfatizando sus paralelismos vitales. Básicamente, ambos fueron siempre artistas vocacionales y nunca aceptaron trabajos que les apartasen de su aspecto creativo. Con sus diferencias, los dos han tenido un cierto aire de buscavidas hasta triunfar en sus respectivos campos. Saben que es difícil hacer planes, que siempre hay algo que se tuerce, así que es mejor confiar en que de pronto sucederá algo que cambie el ritmo esperado de las cosas. Porque en Nueva York las cosas no siempre funcionan bien y hay un componente aleatorio en el día a día. “Me aterra Suecia, un sito donde sabes lo que va a pasar, donde todo funciona perfecto” dice Lou Reed en Blue in the face, la secuela de Smoke, película dirigida por Wayne Wang con la colaboración del propio Auster.



“No tengo miedo cuando estoy en Nueva York”. Smoke es una película coral que celebra la aventura cotidiana de la gran ciudad. Un escritor cuya mujer murió en un tiroteo, un joven negro en busca de su padre y que huye de unos delincuentes de su barrio y un estanquero que lleva décadas haciendo una foto de la misma esquina a la misma hora ven como sus vidas se entrecruzan. De nuevo, la casualidad y el malentendido son los motores de la acción. Todos los personajes son, en cierto grado, excéntricos, desajustados, personalidades especiales cuyas vidas están gobernadas por un orden alternativo. Si estás dispuesto a entrar en un universo dominado por la casualidad, si estás dispuesto a vivir al filo de la norma y a buscarte la vida, bienvenido a Nueva York.
Escrito por Héctor Fouce
No Comments